Durante décadas fue una predicción incómoda, elegante y casi imposible de comprobar. Los agujeros negros supermasivos, esos objetos que gobiernan el corazón de las galaxias, podían —en teoría— ser expulsados violentamente y quedar a la deriva en el espacio intergaláctico. Hoy ya no es solo una idea. El telescopio James Webb acaba de ofrecer la primera confirmación directa de que este escenario extremo ocurre de verdad.
Un estudio japonés acaba de derribar uno de los mitos más arraigados de la gastronomía: no hace falta nacer con “buen paladar”. Con un entrenamiento breve y específico, personas sin experiencia lograron distinguir matices dulces con una precisión sorprendente en apenas tres días.
El clima espacial suele pasar desapercibido hasta que altera satélites, comunicaciones o deja auroras donde no deberían verse. En 2025, sin embargo, el fenómeno se volvió estadístico: la Tierra acumula más días de tormenta magnética que en cualquier otro año reciente y todo indica que el récord histórico caerá antes de que termine diciembre.
Durante años fue una predicción elegante en los modelos teóricos. Ahora es una imagen real. Un mismo sistema galáctico alberga tres agujeros negros supermasivos activos, todos brillando en radio al mismo tiempo. El hallazgo no solo es excepcional por su rareza: ofrece una prueba directa de cómo las fusiones de galaxias pueden encender y hacer crecer a los objetos más extremos del universo.
or primera vez, científicos lograron observar en laboratorio cómo un embrión humano inicia su implantación en tejido uterino. El avance, realizado con organoides y microchips, promete mejorar la fertilización in vitro y abre un intenso debate ético sobre los límites de la biología reproductiva.
El universo vuelve a poner a prueba nuestras etiquetas. En agosto de 2025, una señal de ondas gravitacionales y un destello óptico parecían encajar en un guion conocido. Durante unos días, todo apuntó a una kilonova clásica. Luego, el comportamiento cambió. Y lo que parecía familiar dejó de serlo.
Tendemos a imaginar la historia como una sucesión ordenada: un imperio cae y otro ocupa su lugar. Pero basta una mirada un poco más amplia para comprobar que el poder casi nunca se mueve así de limpio. Mientras una civilización declina, otras crecen, chocan, se solapan o simplemente continúan su propio camino. Un gráfico resume esa complejidad mejor que muchos libros.
Durante décadas, los científicos han buscado nuevas formas de reconstruir la historia reciente del clima. Satélites, estaciones meteorológicas y registros oceánicos han sido las fuentes habituales. Sin embargo, un estudio reciente ha puesto el foco en un lugar inesperado: los órganos de iglesia. Estos instrumentos, sensibles como pocos a los cambios ambientales, están revelando una tendencia clara y silenciosa del calentamiento global.
El calentamiento global no solo representa una amenaza inmediata para los ecosistemas y las sociedades humanas. A muy largo plazo, podría activar un mecanismo inesperado del propio planeta: un enfriamiento extremo capaz de conducir a una nueva era glacial. Así lo sugiere un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de California en Riverside, que plantea una inquietante paradoja climática.
Negra, porosa, sin suelo y casi sin nutrientes. La lava recién enfriada parece el último lugar donde buscar vida. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que un equipo de investigadores ha visto en Islandia: bacterias y otros microorganismos estableciéndose sobre coladas volcánicas que llevaban apenas horas frías. No es una anécdota exótica. Es un patrón que empieza a poder medirse y, con él, a entenderse.
En los pantanos del sur de Florida ya no solo se mueven serpientes gigantes, caimanes y aves zancudas. Desde hace unas semanas, también hay conejos que no existen en la naturaleza: son robots solares, con cámaras e inteligencia artificial, diseñados para atraer a uno de los depredadores más problemáticos del ecosistema.
La arqueología subacuática acaba de asomarse a una cota que, hasta hace poco, parecía reservada a la ciencia ficción. A 2.570 metros bajo el Mediterráneo, frente a Saint-Tropez, un mercante del siglo XVI descansa entero, como si el tiempo hubiera decidido detenerse. No es un rumor ni una hipótesis: la localización es oficial y marca un antes y un después para Francia.
No fue visible desde la superficie, no alteró satélites ni provocó efectos apreciables en nuestro entorno. Aun así, el paso de un pequeño asteroide a poco más de una distancia lunar volvió a poner en primer plano una de las tareas más discretas —y esenciales— de la astronomía moderna: vigilar de forma constante lo que se mueve cerca de la Tierra.
Durante décadas, el acero fue sinónimo de carbón, coque y emisiones masivas. Uno de esos problemas “imposibles” de resolver sin romper la economía industrial. En el sur de China, esa ecuación acaba de cambiar: una línea de producción ya funciona a escala real usando hidrógeno y sus cifras empiezan a pesar de verdad.
Durante más de una década, China ha estado modificando el mar de China Meridional a una escala difícil de imaginar. Toneladas de arena, dragas trabajando sin pausa y arrecifes convertidos en territorio firme. Hoy esas islas ya tienen pistas de aterrizaje, puertos y radares, y el mundo empieza a entender por qué esto importa.
Durante años, el debate sobre inteligencia artificial se centró en lo que podía hacer. Ahora la pregunta ha cambiado: qué debería hacer y bajo qué límites. La llamada IA responsable emerge como la respuesta a una tecnología cada vez más poderosa, capaz de influir en decisiones médicas, judiciales o educativas. No es un freno a la innovación, sino la condición para que esta no se vuelva contra nosotros.
En octubre de 1582, millones de personas se acostaron un día y despertaron diez más tarde. No fue un error ni una catástrofe, sino una corrección matemática que cambió para siempre nuestra forma de medir el tiempo. Así nació el calendario que aún hoy rige nuestras vidas.
Un nuevo gesto del liderazgo norcoreano volvió a encender las alarmas regionales. La exhibición de un enorme submarino en construcción, acompañado de promesas sobre su futura capacidad, sugiere un salto estratégico que podría alterar el equilibrio militar en Asia y profundizar tensiones ya latentes entre potencias rivales.
Un descubrimiento reciente reveló que un pequeño grupo de neuronas actúa como un centro de control del reloj biológico. Estas células coordinan los ritmos internos, influyen en el sueño profundo y explican por qué algunas personas sufren más el jet lag o los turnos nocturnos. El hallazgo podría cambiar el tratamiento de los trastornos del sueño.